Soy profesor de Feldenkrais y no tengo trabajo

Aunque el mes de septiembre siempre tiene un arranque suave, a medida que tanto mis alumnos como yo vamos despertando de las vacaciones de verano, puede resultar sorprendente el título de esta entrada para quien sepa mi ritmo de trabajo a las alturas del mes de noviembre.

 

Pero la semana pasada, cuando empecé con mis clases semanales de ATM y mis sesiones de IF, llegó un momento en el que me paré y pude tomar consciencia... ¡No tengo trabajo!

 

Preparar mi clase grupal de ATM de cada semana suele suponer un especial momento de descanso: elegir cuidadosamente una lección, tumbarme en el suelo y poner la grabación para dejarme llevar por los movimientos lentos y placenteros dictados por alguno de mis maestros... o leer despacio las instrucciones, tomar notas y volver una y otra vez al piso para poder sentir en mi esqueleto el cambio en los apoyos y dejar que mi sistema nervioso encuentre una genial solución al dilema de movimiento que plantea sabiamente Moshe Feldenkrais.

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Solamente así es posible que me haga una idea de lo que podría llegar a sentir una de las muchas personas que viene a practicar ATM conmigo.

 

Solamente así puedo empezar a comprender los tiempos de la lección: dónde hay información clave, cuándo puede suponer un reto o en qué momento es necesario proponer más descansos.

Así es como vienen también a mi cabeza los ejemplos y las aplicaciones a la vida cotidiana, las metáforas posibles que conectan el trabajo en la sala con la vida en el mundo... Lo de los chistes creedme que me nace de forma espontánea, quizá como una reacción natural para no ponerme demasiado grave con el trabajo.

"Entonces llego a la sala

la ATM comienza

y esto es lo que veo..."

El tiempo comienza a ralentizarse, la respiración cambia, los cuerpos se van amoldando al suelo.

Alguien sonríe al sentir que las tensiones se aflojan y los apoyos cambian. Alguien se frustra ante la dificultad, pero cede a la invitación de ir más despacio, más fácil y más amable consigo.

Cabezas que asienten, duda en los rostros... para todo el mundo la lección contiene una información útil que será almacenada para usarla en el día a día...


Quien acude semanalmente a mis clases grupales me escucha siempre una última frase, cuando todo termina, antes de irse:

"GRACIAS POR VENIR"

Toca dejar todo recogido para que las personas que trabajan después puedan encontrar la sala en el mayor orden posible y con la mejor de las energías. Algo queda impregnado en el ambiente después de cada clase...

 

Para mí es el momento de ir a la otra sala. Más pequeña e íntima. Una camilla baja, un taburete de madera, cojines y rulos, luz tenue.

 

 

El espacio ideal para una Integración Funcional.

Una breve entrevista...

"Cuéntame, ¿por qué estás aquí?"

 

Me paro y con atención escucho, pregunto, comprendo, intuyo... y finalmente muevo.

 

Con calidad y con calidez, dando seguridad y tranquilidad, en silencio (o con pocas palabras) explorar juntos la forma de que el movimiento fluya.

 

Allí donde las manos se posan, se establece un diálogo en el que el movimiento es el lenguaje, la percepción, la gravedad y la camilla tienen un papel esencial. La sabiduría que duerme en el interior de la persona que se ha tumbado, despierta y poco a poco el dolor se calma.

 

Ser más alta, menos pesado, sentirse ligera o con las articulaciones más móviles. Alivio y facilidad, dos palabras acompañadas de una sonrisa.

 

Y en este proceso, internamente se me abre un espacio de escucha, de respeto...en la medida que puedo y sé hacerlo, un silencio que me permita acompañar.

Estoy seguro de que no sólo me pasa a mí. A veces me reencuentro con mis compañeros de los años de formación, o conozco en algún curso a una nueva colega...

 

Me comentan en qué andan, leo lo que publican en las diferentes redes sociales y me doy cuenta de que muchos profesores de Feldenkrais no tenemos trabajo.

 

Tenemos un espacio de aprendizaje, de disfrute, de autoconocimiento, de conexión con lo profundo (propio y de otras)

 

Quiero mostrar mi admiración por tantas personas con las que comparto esta parte del camino... y mi agradecimiento a tanta gente que viene semanalmente a encontrarse a través de este trabajo.

 

 

Por terminar siendo honesto, seguro que en otras profesiones ocurre lo mismo, o quizá no dependa de la profesión sino de la actitud que cada cual pone. Si al leer esto sientes identificación, me da igual si haces Feldenkrais, vendes libros, cuidas las plantas... gracias por embellecer el mundo.

 

"Pero yo quería contar mi historia"

 

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